Hay en la calle de San
Francisco, en la parte antigua de San Juan de Puerto Rico, una
iglesia pequeña y sencilla, que lleva ese mismo nombre. Está junto a
un parque dedicado al trovador jíbaro --el músico popular campesino.
Y si sigues calle abajo, un par de cuadras más, llegas a la Plaza de
Armas.
Siempre que voy a la isla bajo a su pequeña cripta. Porque allí,
está enterrado mi abuelo. Luego, subo calle arriba hasta el castillo
de San Cristóbal, que desafía el Atlántico desde su roca imponente.
Y sigo el paseo junto al mar, pasando junto a La Perla y el viejo
cementerio, hasta llegar al Morro, tan parecido al de La Habana.
Desde allí cruzo a La Casa Blanca, que dicen fue residencia de
Ponce de León y bordeo la antigua muralla que todavía encierra la
ciudad, hasta llegar al Paseo de la Princesa. Allí tomo el
ferry de Catano, que cruza la bahía --igual que la lancha de
Regla. Y pienso que mi padre, de niño, debió haber recorrido todas
estas mismas calles, tan iguales a las de La Habana Vieja... o de La
Habana moderna.
Porque tiene San Juan su reparto de El Condado, que es como el
Vedado señorial; su Santurce, que era residencial, como Almendares,
en Marianao, pero que luego se llenó de edificios de oficinas. Tiene
su Hato Rey moderno, que es como el Nuevo Vedado, con altos
edificios de apartamentos. Tiene sus repartos nuevos en Río Piedras,
como Alta Habana y Aldabó. Y también tiene bellas ciudades
interiores, que conservan su sabor antiguo, como Ponce --que me
recuerda a Cienfuegos, con sus casonas viejas y amplias, junto al
mar...
Mas, ¿quién se extraña? ''Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las
dos alas'' --ya lo dijo en sus versos doña Lola Rodríguez de Tió. Y
``reciben flores y balas en un mismo corazón''.
Ambas tienen preciosas playas, como Luquillo o Santa María del
Mar. Y altas montañas como El Yunque --más similar a los verdes
Topes de Collantes, en el Escambray, que a la agreste Gran Piedra en
la Sierra Maestra. En sus cañaverales y cafetales, sus jíbaros
realizan las mismas faenas que nuestros guajiros; nos gustan las
mismas yuca y malanga, aunque las llamamos de distinta forma; y las
danzas de Cervantes y Morell Campos, o los boleros de Bobby Capó y
Beny Moré, se tocan y bailan igual...
Ambas fueron descubiertas por Colón; ambas fueron gobernadas por
España. Entre ambas existió un constante trasiego de gentes --como
mi abuelo, que fue a Camagüey y se casó con cubana. Ambas fueron las
dos últimas colonias españolas en América, que perdieron juntas
cuando ''el desastre del 98''. Y ambas tienen la misma bandera
--sólo que con los colores invertidos...
Pero Borinquen, como la llamaban los taínos, no logró su
independencia. Era más pequeña y menos desarrollada. Y no había
luchado treinta años en la manigua por obtenerla, como Cuba. Sin
embargo, tuvo muchos hombres preclaros que en tiempos de España o
después, bajo los norteamericanos, bregaron por alcanzar el progreso
material y un status político adecuado a sus necesidades.
Este arduo proceso culminó bajo don Luis Muñoz Marín, hombre
sencillo pero que también dirigía periódicos y escribía libros y
poemas y que obtuvo dos importantes logros: la autonomía (Estado
Libre Asociado) y el desarrollo económico de Borinquen.
Fue Muñoz, junto con Bosch en Santo Domingo, Betancourt en
Venezuela y Figueres en Costa Rica, integrante de la Legión del
Caribe --hombres que, en los años cuarenta y cincuenta, buscaron
mejorar económica, política y socialmente sus respectivos países e
introducir una democracia moderna que actuase como agente de cambio
de las condiciones de vida de las clases populares.
Hoy Puerto Rico exhibe
una gobierno estable, con elecciones periódicas, libertad de prensa
y tres partidos políticos: uno liberal y autonomista, otro
conservador y estadista y aun un tercero, pequeño, independentista,
que puede funcionar libremente, como debe ser en una verdadera
democracia.
Pero lo más extraordinario que tiene Puerto Rico es el haber
mantenido su lengua, su religión y su cultura hispánicas, tras un
siglo de amplia presencia anglosajona. Porque Borinquen es
latinoamericana. Tal vez por esto, en los años sesenta, muchos
cubanos exiliados escogieron asentarse allí, y allí florecieron.
Hoy, nos lo demuestra este último censo, son muchos los
puertorriqueños que se asientan en Miami --proporcionándonos la
oportunidad de reciprocar aquel bello gesto y de demostrar que
seguimos siendo ``de un pájaro las dos alas''...
Director del Proyecto Lincoln-Juárez-Martí.
© El Nuevo
Herald