Publicado el martes, 18 de septiembre
de 2001 en El Nuevo Herald
JORGE LUIS
ROMEU
Revolución, evolución e
intransigenciaJORGE LUIS ROMEU
Nueva York -- A nadie parecería normal que un
bebé de dos años permaneciera sin crecer, a causa de un virus,
durante diez años. Y que entonces, a través de una intervención
quirúrgica, se le estiraran todos los huesos y órganos para
convertirlo en adolescente. Y que, luego, de nuevo se estancara su
crecimiento por el mismo motivo. Y que a los veintidós, otra
tremenda operación lo estirara hasta ponerlo del tamaño de un
adulto. Todo por no haber crecido un par de pulgadas cada año...
Sin embargo, lo que nos parece absurdo para el cuerpo
humano lo aceptamos en el cuerpo social. Porque aceptamos que un
país detenga su evolución natural a causa del virus de la
intransigencia. Y que necesite de una revolución violenta para poder
avanzar de nuevo --incapaz de evolucionar. Y aun que enseñemos este
absurdo paradigma de desarrollo en nuestros libros de historia ¡como
el ejemplo a seguir!
Por ejemplo, en los albores del siglo XIX, durante la colonia, el
padre José Agustín Caballero propuso sin éxito un incipiente modelo
de autonomía para Cuba. Este fue retomado por el padre Varela y
presentado en las Cortes españolas de 1820, adonde acudió como
delegado de Cuba durante la república de Riego. Allí Varela aprendió
que los peninsulares serían liberales en España, pero eran españoles
en Cuba...
José Antonio Saco, su alumno y sucesor en la cátedra de filosofía
de la Universidad de La Habana, perfeccionó este proyecto, mas fue
exiliado por el gobernador Tacón. Saco, nuestro más grande
estadista, también tuvo el valor de confrontar, en sus Papeles la
idea de la anexión, tan imperante en su tiempo y fuertemente
sostenida por sus más cercanos colaboradores y amigos. Y, con
clarividencia, describió el camino que seguirían los anexionistas
mexicanos en Texas, Nuevo México y California.
Una autonomía cubana, a la manera canadiense, hubiese ahorrado a
los españoles el ``desastre del 98'', la pérdida de su imperio
colonial y la muerte de decenas de miles de jóvenes en nuestra
guerra de independencia. Y a Cuba dos intervenciones extranjeras, la
destrucción de sus campos bajo la tea incendiaria de los mambises, y
de sus ciudades bajo la ``reconcentración'' de Weyler. Mas no sería
hasta 1975 que España estaría preparada para tales autonomías, que
hoy ya disfrutan todas sus regiones.
Pues como dice mi primo valenciano los cubanos eramos ``españoles
de ultramar''. Para los peninsulares, nuestra guerra no era de
independencia, sino civil. Y tal vez, en 1895, percibían nuestra
situación como ven hoy la del País Vasco, pero sin terrorismo. Sólo
el virus de la intransigencia impediría el desarrollo de una
autonomía cubana, evidentemente ventajosa tanto para la colonia como
para la metrópoli.
También fueron evolucionistas los educadores José de la Luz y
Caballero y Enrique José Varona. Y ya en este siglo Jorge Mañach,
quien comenzó como ``abecedario'' durante la revolución de 1933. Mas
a todos los presenta nuestra historia como personajes secundarios y
hasta flojos. Su mensaje: el civilismo no vale.
El primer plano lo ocupan siempre los revolucionarios violentos:
Céspedes, Pancho Aguilera, Agramonte, los Maceo, Gómez, y aun
nuestro poeta, organizador e ideólogo José Martí. Veneramos las
figuras de nuestra gesta emancipadora, sin subrayar que ésta fue la
única salida que nos quedó, con su alto costo en vidas y haciendas,
para lograr la independencia. Y que si produjo nuestra agitada
república, también gravosas complicaciones y consecuencias. Todo,
debido a la intransigencia...
Una intransigencia enemiga mortal de
la democracia (que es todo negociación) y que ciertamente no es
monopolio de nuestros antepasados españoles. Porque intransigente
fue también don Tomás, cuando prefirió la intervención a negociar
con los liberales. Intransigente fue Machado cuando rechazó la
``mediación'' con la oposición. Intransigente fue Batista, cuando
ignoró los esfuerzos conciliadores de don Cosme de la Torriente.
Todos ellos, forzando una ``revolución renovadora''...
Hoy se abre otra ventana de oportunidad histórica. Fidel Castro,
cuya ``intransigencia revolucionaria'' le ha impedido reconocer y
negociar con la oposición cubana desde hace cuarenta años, cumplió
ya los 75. Su salud no parece andar muy bien y ya se hacen planes
para una ``transición'', pacífica o de otro modo. Mas ni su
desaparición física ni su sustitución habrán de modificar mucho en
Cuba si no cambiamos también nosotros mismos nuestra actitud. Y si
con ello no modificamos ese paradigma ``revolucionario'' que ha
traído la ruina de nuestro infortunado país.
Director del
Proyecto Juárez Lincoln Martí. © El Nuevo Herald
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